sábado, 6 de febrero de 2010

Lo que se lleva la brisa



En un balcón de la Vía Calatafini, cerca de la Stazione Centrale Termini de Roma, una mujer miraba el horizonte abrazándose mientras pensaba en alguien. Hacía sol y corría fresca la brisa. Un suspiro de nostalgia rompió la quietud de su semblante y la brisa lo capturó de su boca. Y haciendo remolinos de alegría el viento feliz marchó presto hacía la antigua casa en la Via Edoardo Arbib, a recoger su olor. Después pasó por los foros a por el aroma del laurel y el pino, también por Campo dei Fiori a embadurnarse de primavera, después por Da Fabricio a por pizza de pez espada a la naranja, también por Qui si Mangia para recoger a la porchetta. No se olvidó del horrible olor de la Metro B, ni de las catacumbas, ni del Vaticano ni de los cornetti que vendían en Vía Ottaviano, ni del pan con aceitunas, ni de la focaccia, ni por supuesto del olor a caffè. Y cuando tuvo todos esos olores y más se elevó hacía altas nubes remolineando de alegría con su suspiro aromatizado en busca de la persona que lo causó.

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